Justo al tocar la puerta, le vino al recuerdo de la primera vez que estuvo ahí, en el comedor, besando a su numen y la entrada inoportuna de la abuela liberal sonriendo y diciendo: "chicos". Qué gusto le dio volver a la abuela! Y sin novedad, se sentaron a conversar mientras él llegaba, nuevamente a la mesa del hogareño comedor azul con sus grandes sillas de madera.
Parecía que ella nunca se hubiera marchado, porque cuando su príncipe de Gadez entró por la puerta, le sonrió, saludo primero a la abuela. Volteó a verla y ella pasmada le sonrió de regreso. La tomó de la mano que la hizo levantar de un brinco, y sin perder el tiempo la llevó a su habitación.
Una habitación muy curiosa, que en vez de ser interior, parecía un cuarto con paredes transparentes y techo de palma. Increíblemente maravilloso y sensual, sólo tenían una cosa en mente... apaciguar la furia del líbido. Como buen seductor, él no permtirìa arrebatos. No es un hombre cualquiera, es un artista.
De pronto sucedió algo horrible... desperté y renegué mil veces a las 4 de la mañana por despertar.
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