Aquella mañana pasamos por ti en coche, deseaba tanto verte y
tenerte a un ladito mío respirando tu perfume, pero la tremenda longitud de tus
piernas lo impidieron… no cabían cómodamente en el asiento trasero donde yo
estaba. Viajamos separados durante horas... ¡Qué tortura!
Malévolos autos europeos y hombres de piernas largas.
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