Hoy revisando mis correos me encontré con recuerdos tan intactos que podía oler el aroma a café barato que venden en El Dia. Me acordé de Duna, la perra de mis compañeras de piso, abandonada por una noche en el patio mientras llovía tanto que sonaba como un conjunto de tamborcitos. Abrí la puerta para dejarla pasar. Desde entonces Duna me quiso.
Te extraño todavía mi dulce vida entre callejas.